Hola,
Hay pérdidas que no se olvidan.
No porque duelan en la cuenta, sino porque te remueven por dentro.
Un martes,
hace años,
cometí el error clásico:
rompí el plan.
El plan que yo mismo diseñé, el que juré no traicionar, el que sabía protegerme de mí.
Pero, ya sabes, esa vocecita:
“Solo una operación más. Solo un poco para recuperar.”
Corte A: 3 horas después, menos 27 mil dólares.
Sí, veintisiete mil dólares: menos (Auch!).
Por no respetar mi plan. Por creer que tenía “instinto fuerte”.
Me destruyó. Me pregunté si realmente quería seguir en esto.
La peor pérdida no fue la cifra.
Fue la claridad.
En trading pasa esto: el mercado se mueve y el cerebro se activa como animal acorralado.
Quieres recuperar.
Quieres tener razón.
Quieres demostrar que tú puedes domar la pantalla.
Y ese “querer” es la trampa.
Esa punzada de vértigo, de dudar de ti, de mirar la pantalla y pensar:
¿En qué momento me convertí en mi propio enemigo?
¿Te suena?
Ahí entendí: el trading no es un duelo contra el mercado, es una batalla con tu propio sistema límbico.
Esa parte animal que busca placer inmediato,
que odia el vacío de perder,
que persigue la dopamina.
¿Lo más absurdo?
Creemos que tener la razón es ganar.
Pero ganar sin seguir el plan es la receta perfecta para perderlo todo después.
Tony Robbins lo cuenta así:
“Where focus goes, energy flows.”
En mi caso, ese día toda mi energía fue a la ansiedad, NO a la ejecución.
Y el precio fue alto. Muy alto.
Pero te digo una cosa.
Hay un “clic” —pequeño, casi imperceptible—, que hace que el juego cambie.
El día que prioricé claridad y seguridad por encima del ego y la dopamina, fue el día en que empecé a ganar de verdad.
Eso es trazabilidad de decisiones.
Es mirar cada trade, cada click, cada decisión y poder trazar el camino de vuelta.
Saber cuándo, por qué y cómo decidiste lo que decidiste.
La libertad, para mi, no es no perder nunca.
Es tener reglas que te permitan perder poco y recuperarte rápido.
Es construir una paz operativa que resiste lo volátil del mercado (y tu cabeza).
Quizá hoy estás en esa encrucijada.
Luchando con la pantalla, con el ego, con esa vocecita que promete resolverlo todo en la próxima operación.
Pero también puede ser,
Luchando con la urgencia del próximo cliente que no llega.
Lidiando con el ego de seguir solo porque "es tu negocio" y no delegar.
Preguntándote si doblar el esfuerzo es mejor que rediseñar el sistema.
Sé lo que se siente. Es la misma duda: dudar si el sistema que creaste puede sostener tu vida o si solo te está pidiendo más y más energía.
Y salí de ahí, no por ser más listo, sino por aceptar que claridad > ego.
He vuelto a empezar más veces de las que puedo contar.
Cada vez, más claro, más frío, menos esclavo de la adrenalina.
¿Fracasar significa rendirse?
A veces sí.
Otras veces, solo significa pausar, repensar, rediseñar el sistema.
Conté toda esta historia en voz alta.
Está grabada en este video:
Hablo de ese día, de cómo di la vuelta, y del sistema que me devolvió la claridad.
Y te digo:
Es solo un video más, sí. Vaya. Pero puede estar ahí tu respuesta.
Nos leemos,
G.
P.D. Tengo meses que le di solución a este problema. Pronto conocerás más.
